ANSIEDAD

06.07.2019

ANSIEDAD

Uno de los males contemporáneos más frecuentes en las sociedades occidentales. El exceso de información, La competitividad sin freno, La autoexigencia exagerada, El perfeccionismo compulsivo. Sus causas son múltiples, y las soluciones, variadas. Asi la vida de personas que afrontan la ansiedad.


Un reportaje del muy riguroso The Economist sostiene que la generación Z -los nacidos desde 1997- es la más ansiosa y deprimida de la historia. Me lo creo. En el siglo XX, cuando el globo era finito, decíamos que algo se nos hacía un mundo cuando no podíamos con ello. En el XXI, lo que a muchos se les hace un mundo es, literalmente, el mundo entero. Un mundo tramposo, retocado, implacable.

Se decía que alguien estaba "mal de los nervios". Era el comentario sobre el compañero de trabajo de baja o la amiga que se quedaba días enteros en la cama, una forma de resumir lo que no se quería o no se sabía nombrar.

Ya no se dice "estar mal de los nervios", suena anticuado y simplista. Sabemos que unos 260 millones de personas tienen diagnosticada ansiedad en el mundo, según datos de la OMS, y 300 millones depresión, la principal causa mundial de discapacidad. El número de enfermos por depresión creció un 18% entre 2005 y 2015, según la misma organización. Más allá del debate acalorado sobre si las condiciones de vida actuales provocan más depresión o simplemente es que la detectamos mejor que en el pasado, lo cierto es que el léxico relacionado con trastornos mentales ha entrado de lleno en nuestras vidas. Con más o menos tino nos referimos a ataques de ansiedad, pero también usamos con ligereza frases como "depresión posvacacional" (para decir que estamos tristes de volver a la rutina después del verano). 

Esto no significa, ni mucho menos, que las enfermedades mentales estén normalizadas. La salud mental sigue siendo objeto de prejuicios, tan intensos que hay quien, como el psicólogo especializado Stephen Hinshaw, los compara con los que en otras épocas sufrían los enfermos de lepra.

"El estigma social, familiar o laboral es más fuerte que cualquier síntoma de nuestro trastorno", afirma tajante Daniel Ferrer Teruel, de la asociación ActivaMent. El tabú, señala, es transversal, afecta a todas las capas sociales y lo heredamos de generación en generación. Por eso los activistas de esta causa aún pelean contra la discriminación laboral y social y contra medidas como las correas en hospitales o la medicación forzosa, que consideran violaciones de derechos humanos.

La cultura refuerza estos clichés heredados. Un análisis de 20.000 diálogos de programas de televisión de 2010 concluyó que retrataban a las personas con enfermedades mentales como "temibles, causantes de vergüenza y castigadas", y un 70% de las veces, como violentos, uno de los estigmas más persistentes y dañinos. Los expertos repiten una y otra vez que solo en torno al 3% de la población, da igual cuál sea su estado mental, presenta conductas agresivas. Pero el dato queda eclipsado por noticias que destacan los cuadros clínicos de asesinos o agresores. Preferimos una mala explicación -una que nos diferencie y nos separe de los locos, que nos diga que estamos a salvo- a ninguna.

Pero en medio de este panorama surge una luz: el estigma general sobre salud mental parece empezar a aligerarse. Alejandro Guillén, director de comunicación de la Confederación Salud Mental España (que agrupa a 300 organizaciones y 47.000 socios), tiene claro que está mejorando la percepción colectiva, que en los últimos años se están abriendo conversaciones que hace poco parecían imposibles. Él y otros expertos reconocen, eso sí, que se ha avanzado mucho más en la aceptación social de la depresión y la ansiedad que en el resto de problemas mentales. Puede que esto sea porque son dos de los trastornos más comunes y se perciben como más fáciles de superar. "Pero es un cambio importantísimo. El proceso de mejoría o de recuperación puede empezar, precisamente, al contar lo que a uno le ocurre, porque el silencio agrava los problemas", señala Guillén.

Frente a generaciones previas, los jóvenes hoy tienen más referentes e información sobre salud mental y, en buena medida, la desmitifican. Están expuestos a debates sobre el acoso escolar o las autolesiones y ven a famosos -Justin Bieber, Lady Gaga, Demi Lovato; en España, Iniesta o el youtuber El Rubius- hablar sobre adicciones, ansiedad o depresión. Pero el silencio aún pesa sobre la bipolaridad, y aún más sobre trastornos como la esquizofrenia. Guillén, de la Confederación Salud Mental, destaca el inmenso impacto que tiene contar con rostros populares en las campañas de concienciación, pero reconoce que cuesta que den la cara. "Lo que muchos famosos hacen cuando cuentan, por ejemplo, que sufren de ansiedad, es ligar sus problemas a la presión que soportan en el trabajo".

En las redes este tipo de confesiones proliferan entre personajes conocidos y no tanto. ¿Qué resulta más auténtico que una dosis de vulnerabilidad en medio de un montón de gente que parece tener vidas mejores que la tuya? Las marcas también toman nota . "Nos estamos dando cuenta de que la salud es mucho más amplia de lo que pensábamos antes", señala Nieves Noha, analista de tendencias de la consultoría Exito. Ella detecta cinco etapas de concienciación en los últimos años: primero nos centramos en la salud corporal; luego empezamos a prestar atención a la salud mental y emocional, y ahora empezamos a mirar hacia la relacional (relaciones tóxicas, etcétera) e incluso la ambiental (cuál es el efecto de la arquitectura o el diseño). Por eso hay quien aprovecha la vulnerabilidad como herramienta de marketing. Un ejemplo reciente: Ken­dall Jenner, modelo y miembro del clan Kar­dashian, creó gran expectación al anunciar que lanzaría un mensaje "valiente" y "auténtico", algo que sonaba a confesión íntima (¿hablaría de sus inseguridades?, ¿tiene Kendall los mismos problemas que el resto de humanos?). Resultó que iba a publicitar una crema antiacné.

Las redes son armas de doble filo con efectos poco saludables, pero no hay que olvidar que también permiten encontrar conexiones, hacer que nos sintamos menos solos en el mundo. De hecho, una parte del humor de mileniales y generación Z gira en torno a la depresión y la ansiedad. Una especie de nuevo movimiento dadaísta de memes salteados con autoconciencia, consecuencias de la recesión económica y la pérdida de referentes. Y la sensación de que es mejor reírnos de este vacío existencial que seguir callados.

La ansiedad es básicamente un mecanismo defensivo. Es un sistema de alerta ante situaciones consideradas amenazantes. Es un mecanismo universal, se da en todas las personas, es normal, adaptativo, mejora el rendimiento y la capacidad de anticipación y respuesta. La función de la ansiedad es movilizar al organismo, mantenerlo alerta y dispuesto para intervenir frente a los riesgos y amenazas, de forma que no se produzcan o se minimicen sus consecuencias. La ansiedad, pues, nos empuja a tomar las medidas convenientes (huir, atacar, neutralizar, afrontar, adaptarse, etc.), según el caso y la naturaleza del riesgo o del peligro. El peligro viene dado por la obstaculización de cualquier proyecto o deseo importante para nosotros, o bien por la degradación de estatus o logros ya conseguidos. El ser humano desea lo que no tiene, y quiere conservar lo que tiene.

La ansiedad pues, como mecanismo adaptativo, es buena, funcional, normal y no representa ningún problema de salud.

Sin embargo, en algunos casos, este mecanismo funciona de forma alterada, es decir, produce problemas de salud y, en lugar de ayudarnos, nos incapacita. ¿Qué factores pueden influir en que un mecanismo normal, saludable y adaptativo deje de serlo?


Factores predisposicionales

  • Factores biológicos, algunos de ellos genéticos
  • Factores de personalidad. Patrones de afrontamiento del estrés. Estilo de vida
  • Factores ambientales. Aprendizaje. Contextos y apoyos sociales

Factores activadores o desencadenantes

  • Situaciones o acontecimientos que son vividos como desbordantes de nuestros recursos
  • Acontecimientos vitales de consecuencias graves o que exigen importantes esfuerzos adaptativos.
  • Obstáculos para conseguir logros o que limitan nuestra capacidad para alcanzarlos o mantenerlos
  • Consumo de estimulantes u otras drogas

Factores de mantenimiento, ligados a la gestión de la propia ansiedad

  • El "miedo al miedo"
  • La pérdida de condiciones o facultades, por la propia ansiedad, que dificultan el afrontamiento de los problemas
  • Soluciones intentadas que resultan contraproducentes
  • La problematización de áreas inicialmente no conflictivas, como consecuencia de la propia ansiedad
  • Afrontamiento insuficiente o erróneo de los problemas origen de la ansiedad.
  • El establecimiento de mecanismos fóbicos


Los problemas de ansiedad se producen, normalmente, por una combinación de alguno de estos factores durante un período de tiempo.


Fuente:

Clínica de la Ansiedad. Especialistas en el tratamiento de la ansiedad. Madrid y Barcelona

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